Jorge de León
Toda la humanidad está sintiendo la tragedia del pueblo Haitiano con un sentido humanitario, de aportar la ayuda que sea, en esta hora de dolor colectivo ante tanta desventura, engendrada por este terremoto, que viene precedido por cuatro tormentas, tres ciclones y varias inundaciones, en los últimos dos años, donde falta todo, el llanto es colectivo y la miseria es un azote, todo aquel que crea que no tiene forma de ayudar que considere que las oraciones son un apoyo válido y urgente para socorrer esta terrible desgracia.
Los dominicanos somos los únicos y verdaderos vecinos de Haití, que tenemos una alta vocación y espíritu de colaboración, que se manifiesta en estos momentos con un grado de solidaridad, civismo y amor por el prójimo al país más pobre del hemisferio occidental.
La colaboración generada para restablecer los sistemas de comunicación, carretera para el transporte de personal médico, equipos de salvamento, el suministro de alimentos, agua, medicamentos y sábanas para la vida a la intemperie, así como el suministro de equipos de saneamiento para rescatar y salvar vidas son algunas de las primeras ayudas prestadas por la población dominicana, en situación de las propias precariedades nuestras, esto es lo que nos hace grande como Nación cuando somos capaces de compartir aún en la precariedad.
Estamos compelidos a reaccionar con todas nuestras fuerzas sociales, para la ayuda local y esperar que la internacional se concretice y no pase al olvido tan pronto como el tema esté fuera de la atención noticiosa, del morbo de las cadenas de comunicación, tenemos que lograr la estructuración de equipos multidisciplinarios para los efectos post-terremotos, que elaboren los planes de reconstrucción de las ciudades, que proyecten la disuasión de las oleadas migratorias, planifique las estrategias de nuestro sistema de salud, educación, infraestructura y alimentaria para atender las demandas del colapso de una población necesitada, de una nación en caos. Poniendo todas nuestras infraestructuras de servicios, puertos y aeropuertos al favor de la comunidad internacional para que trasieguen la cooperación en la construcción efectiva de varias ciudades alternativas en lugares menos vulnerables dentro del territorio Haitiano. Desarrollando una estructura productiva de generaciones de empleo que utilice mano de obra intensiva.
El futuro nos encuentra por primera vez, en capacidad de trabajar conjuntamente con el pueblo haitiano, sin rencores, resentimientos, ni odios, que en esta oportunidad tenemos que evitar que sean alimentados por fuerzas extrañas, con las necesidades de dos pueblos hermanos, que comparten una isla del Caribe y que tiene todo el potencial de salir juntos del atraso y la marginalidad que padecen.