La Isla de la Hispaniola, dos naciones: Haití, con presencia de tropas internacionales de la ONU (MINUSTAH) y Republica Dominicana, el 12 de Enero 2010, se estremeció a consecuencia del evento sísmico, con epicentro en la parte Occidental del Territorio, que arrasara la empobrecida Haití, sembrando de muerte y destrucción, llevándolo a exponencial la creciente pobreza pre-existente, evidenciando las vulnerabilidades interna y falta de capacidades de respuesta de defensa de los sistemas, así como la comunidad internacional y su improvisada cooperación; que motivan a potencializar el riesgo de desastre para enfrentar los problemas sociales, estructurales, económicos, políticos y de seguridad. Dejando una secuelas de más de trescientos mil muertos, dos millones de refugiados, más de doscientos mil desplazados, más cincuenta mil huérfanos, con característica expansiva para la región en los brotes epidémicos, presiones migratorias, donde las fronteras, son incapaces de contener la desgracia.
Un mes después, se registra terremoto devastador y un posterior maremoto en Chile con epicentro en las cercanías de Concepción, de intensidad mayor que el ocurrido en Haití, generando grandes pérdidas de vidas e infraestructuras; la evidencia de la capacidad de resistencia, fruto de la planificación, el orden y de la voluntad política para mitigar las vulnerabilidades, refleja el sistema de seguridad de un Estado mas organizado para canalizar las ayudas internacionales. Sin obviar las torpezas iniciales, las desorientaciones de los cuerpos de seguridad y el posterior análisis de las perdidas.
La respuesta de los sistemas de seguridad a los desastres, en la mayoría de los países en desarrollo o subdesarrollados, está dominada por la dependencia de la asistencia humanitaria de “Organismos Internacionales y Estados Desarrollados” y del manejo de la emergencia, es decir búsqueda, rescate y atención médica, procedimientos de preservación de vidas, bienes, inicio de la reconstrucción y recuperación post-evento, reproduciendo y hasta aumentando, las condiciones de riesgo que existían antes de que ocurriera, por la falta de identificación de las causas que contribuyen con el deterioro de la seguridad ciudadana, convirtiéndose la catástrofe en una amenaza asimétrica.
Las naciones que asimilan los desastres como una oportunidad de desarrollo, trabajan la recuperación temprana basada en planes y en la búsqueda de las soluciones sostenibles y duraderas, con resultados precisos de lo que falló y con una visión de ir a la raíz de los problemas.
Si hacer una comparación de actitudes, protocolos y procedimientos ante ambos eventos, como lecciones aprendidas, con un enfoque de las tareas internacionales conjuntas. Es necesario ponderar todo esta orientación, la secuela de experiencias que nos deja este desastre natural en Haití para organizar estructuras de seguridad que mitiguen, den respuestas y ayuden a las soluciones de las poblaciones vulnerables de todo el continente y preserven la paz, el fortalecimiento institucional de los Estados, fomente el liderazgo estratégico de los actores políticos, en la gestión de las crisis.
Jorge de León
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