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Manuel Lozano Leyva El lector quizá se haya topado alguna vez con un mapa de Europa en el que se resaltan oleoductos y gasoductos. Algunos también trazan las rutas de los petroleros desde los países productores hasta las grandes refinerías de la Unión. Incluso hacen proporcional el grosor del trazo con el caudal de fluido que transportan. La maraña surge en Rusia, en Argelia, en el Oriente Próximo y en América. Uno, a la vista de un gráfico de esos, no puede evitar estremecerse, porque quien controla esa red, controla Europa. Así de sencillo. Y España está en los arrabales de la telaraña.
Lo que pretende la Gazprom de Putin es no sólo enriquecerse controlando grifos y válvulas, sino gestionar los beneficios que sus clientes pueden obtener de la materia prima que les venden.
Europa se juega su soberanía con el asunto de la energía y los paños calientes no sirven absolutamente para nada. Sembrar, como hizo Alemania, diez millones de metros cuadrados de campo con helióstatos y paneles solares para obtener a precio de oro menos del 0,5% de la electricidad que consume en un año sirvió para contentar a los verdes cuando eran parte del Gobierno socialdemócrata. Ahora que no están, lo que tratan es de defender 800.000 puestos de trabajo de la infinidad de empresas que surgieron al socaire de las sustanciosas subvenciones. La espectacular proliferación de aerogeneradores en Dinamarca ha llegado a su fin en cuanto el Gobierno ha anunciado la posibilidad de limitar las ayudas por miedo a las inestabilidades en la red eléctrica que puede provocar que la electricidad de procedencia eólica traspase cierto límite.
Lo indiscutible es que quien está en mejor situación es Francia, porque sus más de cincuenta reactores nucleares, junto con su sistema de minería, la obtención de combustible nuclear, el procesado de residuos y el dominio de la tecnología de futuro, le garantizan buena parte de su independencia energética. ¿No se preguntan nuestros políticos por qué nuestro vecino más importante creó su sistema nuclear? ¿Están más locos? ¿No tienen sentido ecologista? Consideren, para colmo, que iniciaron la construcción de centrales nucleares en una época en que el petróleo estaba baratísimo y los tipos de interés tan altos (más del 15%) que hacían arriesgadas las fuertes inversiones que exigía la industria nuclear. Lo hicieron por una razón exclusiva: mantener a todo coste el futuro independiente y soberano de Francia.
¿Paranoias de personalidades como De Gaulle y Mitterrand? Quizá, pero al menos consiguieron que el futuro de Francia no dependa ni un ápice de responsables políticos que no sepan evaluar el alcance de operaciones como la de Gazprom o que quieran apañar a los promotores inmobiliarios con subvenciones a las llamadas energías renovables. Con la energía no nos jugamos ni la economía ni la ideología, sino la soberanía.
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