La mayor fuente de energía inexplorada
Luis Alberto Morenoopinion@prensa.com
América Latina ha ingresado en una nueva era de ansiedad energética. Con la excepción de Brasil, que celebra el auge de su industria de etanol y el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo, la región se muestra sumamente pesimista sobre el tema. Una encuesta realizada por Latinobarómetro en 2007 preguntaba a los ciudadanos de la región si creían que tendrían que soportar cortes de energía en el futuro inmediato. Un 80% de los encuestados dijo que estaban “muy preocupados” o “algo preocupados” de que efectivamente eso podría ocurrir.
Esta ansiedad es justificada a diario por noticias sobre el incremento de precios de gasolina, la decreciente producción de petróleo y la escasez de gas natural. Sin embargo, el apetito energético de la región no deja de crecer. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), si la tendencia actual de crecimiento continúa, en 2030 América Latina necesitará 75% más de energía de lo que necesitaba en el año 2004.
En muchos países, la inversión en nuevas fuentes de energía apenas se mantiene al ritmo de la demanda. La oposición a nuevos complejos hidroeléctricos obliga a los gobiernos a construir costosas plantas de generación alimentadas por gas, diésel o carbón –plantas cuyas emisiones están asociadas con el cambio climático.
Pero a pesar de la preocupación ante estas tendencias, se suele ignorar una fuente de energía limpia que puede resolver gran parte del problema, a un costo mucho menor al de la construcción de nuevas plantas eléctricas.
Esa fuente es la eficiencia. Una nueva investigación del Banco Interamericano de Desarrollo indica que América Latina y el Caribe en su conjunto pueden reducir el consumo de energía en un 10% durante la próxima década invirtiendo en tecnologías y equipos eficientes ampliamente disponibles. En Panamá alcanzar ese objetivo costaría aproximadamente 88 millones de dólares, lo cual reduciría el consumo total de energía en 2018 en aproximadamente 760 gigavatios hora.
¿Y qué ocurriría si Panamá no mejora su eficiencia energética? En ese caso, el país necesitaría invertir cerca de 282 millones de dólares para construir el equivalente a dos turbinas de gas de ciclo abierto (de 250 MW cada uno), solo para producir los mismos 760 gigavatios hora de electricidad.
En otras palabras, bajo esta hipótesis Panamá tiene dos opciones para producir 760 gigavatios hora en 2018. Una cuesta 88 millones de dólares; la otra, 282 millones de dólares.
La eficiencia energética usualmente no es considerada una “fuente” de energía. Pero para los países que saben aprovecharla, la eficiencia vale más que muchas otras fuentes. La AIE informa que entre 1990 y 2005, un grupo de 16 países industrializados abasteció cerca de la mitad del incremento de sus demandas de energía a través de mejoras en la eficiencia. En 2005, estos países se ahorraron por lo menos 180 mil millones en combustible y costos de electricidad gracias a dichas medidas.
La buena noticia es que América Latina tiene ricas “reservas” de eficiencia energética, y que apenas ha empezado a explotarlas. Por ejemplo, la gran mayoría de los focos de luz instalados son incandescentes, a pesar de que consumen 70% más energía que las nuevas lámparas fluorescentes compactas. Las fábricas de la región usan millones de viejos motores eléctricos y bombas que desperdician energía. En muchos países la infraestructura de transporte –que consume más del 30% de la energía de la región– es sumamente ineficiente. Las viviendas están llenas de viejos refrigeradores, máquinas de lavandería y calentadores de agua que derrochan electricidad.
¿Empezará América Latina a aprovechar este potencial? Eso dependerá de los incentivos que ofrezcan los gobiernos.
El periódico Financial Times informó recientemente que América Latina y el Caribe gastarán por lo menos 50 mil millones de dólares en subsidios a la gasolina y el diésel durante 2008.
Estos subsidios tienen el loable propósito de proteger a los consumidores de los altos precios del combustible y controlar la inflación. Pero también tienden a desalentar las inversiones en eficiencia. ¿Qué ocurriría si al menos parte de esos 50 mil millones de dólares se gastara en incentivos para los consumidores o para las compañías que compran lámparas o electrodomésticos eficientes?
El autor es presidente del Banco Interamericano de Desarrollo
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